Tradición del blog: escribo recuentos del año tres veces, una en abril, una en agosto y otra en diciembre (esta que lees). Me gusta hacerlas porque tomo una pausa para ver con calma qué ha sucedido y porque mi sabiduría actual le echa luz a mi pasado y siempre me doy cuenta de cosas super útiles.
Ahora que empezó el año noté que tenía miedo. Miedo al 2018, al futuro, no sé, pero sentía mucho temor en cuanto se acercaba el final del 2017.
Si en tu vida hubo tantos cambios como en la mía, no me extrañaría que tú también sintieras algo parecido: una sensación como de “auch” frente a lo que está por venir.
Hasta Sarah Andersen hizo un comic al respecto:
El tercer cuatrimestre del año, que es lo que en esta entrada me pongo a reseñar, contribuyó mucho a esa sensación. Ahí te va.
Septiembre
Antes, no le tenía miedo a los temblores. Sentía que la gente que se espantaba mucho estaba exagerando. Ahora ya les tengo mucho respeto. Yo tuve mucha suerte y no me pasó nada grave, pero no puedo decir lo mismo de miles de personas en mi país, sobre todo en la Ciudad de México, Oaxaca, Chiapas, Morelos y Puebla. Fue un mes muy duro, y lo que pasó opacó todo lo demás que hice o pude haber pensado.
Si me fuerzo a recordar, sin embargo, también fue un mes de comunidad y de sentir que pertenecía a ciertos lugares, de hacer clic con ciertas personas a las que no conocía bien y de intentar cosas que me daban miedo.
Octubre
Yo tenía una idea sobre cómo iban a ser octubre y noviembre. Estaba en esa etapa en la que no puedes evitar hacerte ilusiones cuando sales con una persona y había visualizado / deseado que nuestros cumpleaños, por ejemplo (el mío en octubre y el suyo el mes siguiente) fueran de cierta forma. Mi mente siempre se vuela al futuro, no puedo evitarlo (¿aún?).
Pero luego la vida me dijo, how about no? y a inicios del mes pasó algo que hizo que todos esos sueños se fueran por la borda. Más bien, yo decidí tirarlos por la borda, porque en el fondo y, si era sincera, en el no-tan-fondo, sabía que era lo mejor para mí aferrarme a ellos.
Al final fue algo muy bueno para mí porque me di cuenta de muchas cosas sobre la forma en la que me obligo a ser de ciertas formas para sentirme aceptada por los hombres, entre otros patrones de mi pasado que no pude haber recordado de otra forma y que integré un poco más.
Sin embargo, no fue fácil y estuve varias semanas tristeando intensamente y sintiéndome mal por todo lo que sentí que perdí y porque, aunque me alejé de alguien con quien al final hubiera tenido una relación tóxica, había muchas cosas que me hacían sentir muy bien y que me gustaban mucho y que estaba segura de que no iba a poder encontrar en otras personas.
Pero todo bien ya 🙂
Noviembre
Este fue un mes mucho más tranquilo y reparador en el que me concentré más en lo que quería.
Me di cuenta de que me sentía muy desperdigada por todos lados; siempre he tenido 43 proyectos por minuto pero últimamente —supongo que a raíz de todo lo que pasó en el año— muchos de ellos se quedaban en mi mente, es decir, ni siquiera los comenzaba.
Un buen día noté que esto me desesperaba mucho y me di a la tarea de hacer una lista de TODO lo que tenía “en la mesa”, como se dice en inglés, y a tachar las cosas que ya no quería hacer, o aquellas que ya no me entusiasmaban, o que simplemente ya no le veía caso terminar pero seguían haciéndome ruidito en la cabeza.
Y fue bueno; cuando terminé me sentí mucho más ligera, y también me di cuenta de que quería realmente enfocarme a terminar un par de cosas de esa lista.
Una de ellas, un mágico libro-taller (por llamarlo de alguna forma) que había empezado en abril y me había gustado pero dejé porque me distraje. Lo retomé este mes y en las vacaciones de diciembre y me ha ayudado muchísimo, lo recomiendo ampliamente si el tema te llama la atención.
Diciembre
Le di la bienvenida a este mes con una especie de crisis. Te puedes reír si quieres, pero una de las cosas más complicadas y estresantes a las que me enfrento en mi vida es sacarme lentes (gafas) nuevos.
Si no eres como yo, o ni siquiera usas lentes, probablemente esto te parezca lo más patético del mundo, pero para mí es un drama.
La graduación no me queda, me pesan demasiado, hacen que me duela el ojo, la nariz, la vida. He gastado miles de pesos en lentes que no puedo usar porque no me acomodan, y he ido con optometristas, oftamólogos, todo.
Pues este mes volví a intentar hacerme unos lentes nuevos (por necesidad, sobre todo) y aunque sufrí mucho más de lo que podría creer que fuera legal sufrir por unos anteojos, al final pasé por todo el proceso con mucha conciencia y entendí varios de mis patrones e integré un par de experiencias de mi pasado relacionadas con eso que ya ni siquiera recordaba (o había bloqueado, no sé).
No he resuelto del todo el problema, pero me sorprendí a mí misma mostrándome que no porque algo sea difícil y me cause agobio significa que no tenga solución o que no se puedan encontrar “huequitos” de esperanza en los que se puede hacer mucho.
Me gustó mucho la postura existencial que elegí (no sin hacer berrinche un rato) para enfrentarme a esta situación, muy distinta a la que solía tomar de «Soy la víctima de la vida y no tengo remedio #paquenaci». Muy interesante.
Cosas maravillosas de estos cuatro meses:
- Tener apoyo para [resolver] sin tener que esperar tanto tiempo los estragos emocionales que los sismos causaron en mí
- Comer el pastel de matcha más rico del mundo para mi cumpleaños
- Reiki
- Karen
- El curso del Eneagrama al que fui con mi amiga B hasta el fin del mundo (o sea, muy lejos de donde vivo)
- Leer un MONTÓN de libros maravillosos, más de los que leí en los demás meses del año juntos
- Ver señales de progreso al ver cómo me acerqué a conflictos de forma muy, muy distinta a mi “piloto automático”
- Tener muchísimo más claro qué quiero ser cuando sea grande (ja) y hacia dónde estoy yendo
- Mindful Eating México, Mindful Eating México, Mindful Eating México, Mindful Eating México
- Que me invitaran a formar parte de un proyecto en el que quiero mucho mucho estar a pesar de que las demás personas involucradas son bastante mayores que yo
- Encontrar un lugar donde dan clases de baile en horarios decentes cerca de mi casa (aunque no he ido, pero pronto, pronto)
- Haber ofrecido las sesiones de Orientación sin morir en el intento 🙂
En resumen,
fue un año de muchísimos cambios para muchísimas personas.
En mi caso, mi vida por fuera se sigue viendo igual, no me mudé de país, ni de casa, mi apariencia no cambió (ni siquiera mi corte de pelo, ja) y sigo haciendo prácticamente lo mismo que en el 2016.
Pero, al menos en mi caso, internamente se generaron muchos movimientos, la mayoría pequeños pero poderosos, que deseaba con mucho ahínco y que sobre todo me trajeron un alivio inconmensurable.
Este año estuvo muy “sobado” por mí en el sentido de que hice varias formas de recuentos porque quería sacarle todo el jugo y toda la riqueza que sabía que había tenido, así como recordar cosas que sentía que habían sido antes (y no, fueron en [marzo / mayo]).
Hice listas de cosas que pasaron, de síntomas o enfermedades que tuve (buena información sobre… toda nuestra vida), películas que vi, libros que leí, obras de teatro que vi (muchas menos de las que me hubiera gustado, nota para el 2018), etcétera.
Y dado que encontré esa riqueza que estaba buscando, me dieron muchas ganas de exhortar a las personas (o sea, a ti que lees esto) a que lo hagas también.
No creas que tengo la mejor memoria del mundo, cada mes (me gustaría que fuera diario pero se me olvida porque me cuesta mucho trabajo tenerlo como prioridad durante 365 días seguidos y una vez creé un hábito pero luego las cosas cambiaron y no volví a crear otro) voy escribiendo en una agenda, de esas donde la gente anota sus citas y eso, las cosas que voy viviendo, viendo o sintiendo. No todas, no siempre, pero lo más relevante.
Es decir, lo que quiero recordar para sentir que hice algo con mi tiempo, porque los meses se pasan rapidísimo en general. Y quiero eso para ti. Pero bueno, será tu decisión, yo solo puedo venderte las bondades de hacerlo. 🙂